«Quiero instar a los líderes a considerar más detenidamente el hogar para que no extiendan llamamientos ni programen actividades que impongan cargas innecesarias sobre los padres y las familias».
En 1831 el Señor dio una revelación a los padres de Sión1. Es precisamente sobre los padres que deseo hablar. He servido como miembro del Quorum de los Doce desde hace veintiocho años y serví otros nueve como Ayudante de los Doce, lo cual hace un total de treinta y siete años, exactamente la mitad de mi vida. Pero tengo otro llamamiento que ha durado más tiempo aún. Soy padre y abuelo. Me llevó unos cuantos años ganarme el título de abuelo y otros veinte años el de bisabuelo. Estos títulos -padre, abuelo, madre y abuela - conllevan responsabilidad y una autoridad que deriva, en parte, de la experiencia. La experiencia es una poderosa maestra.
Mi llamamiento en el sacerdocio define mi posición en la Iglesia y el título de abuelo, mi posición en la familia. Quiero referirme a los dos en forma con junta. El ser padre o madre es una de las ocupaciones más importantes a las cuales puedan dedicarse los Santos de los Últimos Días. Muchos miembros se enfrentan con conflictos al esforzarse por equilibrar sus responsabilidades de padres con su fiel servicio en la Iglesia.
LOS PADRES EN SION
LOS PADRES EN SION













Cuando los Israelitas abandonaron la tierra de Egipto, el Señor ofreció concederles todos los poderes del Sacerdocio si se comprometían a obedecer Sus mandamientos y ser fieles a sus convenios. Pero ellos no demostraron ser dignos ni estar preparados para tal bendición. Por consiguiente, el Señor les privó de los privilegios del Sacerdocio de Melquisedec, dejándoles sólo el sacerdocio menor o Aarónico—el cual fue específicamente conferido a la tribu de Leví, la cual estaba encargada de oficiar en los sacrificios. Ésta es una historia muy interesante y constituye toda una lección para el pueblo moderno de Israel.







